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AURORAS

J.J.D.R.

Un mundo de hielo perpetuo emerge del frío eterno y mortal. Una nube espesa y blanca se mueve a toda prisa y termina disipándose en el horizonte dejando un manto de escarcha que cae al suelo como puñales de vidrio. Un límpido cielo desgarrado por la luminiscencia palpitante de millones de estrellas, parece dormitar sobre un andamio cojo capaz de precipitarse en cualquier momento sobre el agrietado hielo.

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Donde el norte sucumbe ante el vacío, un oasis de color comienza a danzar una melodía celestial de verdes y azule perfectos, adornando de color el espacio monumental del universo. En cuestión de segundos, haces de luces perfectamente ornamentadas de añiles, violetas y carmesí, irrumpen como rayos alados en una tormenta de éxtasis de óleos cósmicos nutriendo el firmamento y el vaho que surge del hielo con el graffiti más monumental y hermoso que la naturaleza podía crear.


La Aurora Boreal, diosa romana del amanecer nacida del norte, revolotea y baila una eléctrica danza de luz y armonía en el cielo nocturno del polo norte.
Este espectacular fenómeno se suele dar de octubre a marzo, siendo enero y febrero los meses predilectos para un mejor avistamiento.
Se denominan auroras boreales a las formadas en el hemisferio norte, conociéndose como australes aquellas que se ocasionan en el hemisferio sur del planeta.
Ambas se producen como consecuencia de la intervención por parte de nuestro planeta de su sistema de defensa. En esta ocasión, la Tierra se defiende del astro rey, o más bien, de sus poderosos y mortales rayos solares, capaces de penetrar en la atmósfera y causar grandes daños de no contar con un sistema defensivo.

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Para este menester, nuestro planeta está protegido por un enorme escudo, una capa exterior llamada magnetosfera que es la encargada de repeler las eyecciones de masa coronal procedentes del sol y que viajan en vientos solares a 400 kilómetros por segundo y al llegar a la Tierra, son desviados hacia ambos polos. Tras la colisión con la magnetosfera se proyectan en la ionosfera terrestre partículas cargadas de electrones y protones. Al chocar con las moléculas de oxígeno y nitrógeno del aire aceleran los átomos en un proceso conocido como (estado excitado)  y al deslizarse esta energía acumulada lo hace en forma de luz visible de bellos colores.

AURORA AUSTRAL
Fue el científico, matemático y astrónomo francés Pierre Gassendi, quién puso nombre a la Aurora Boreal en el año 1621. Su homónima Austral, fue documentada por vez primera por el capitán británico James Cook, cuando navegaba el Océano Índico en 1773.
Las Auroras boreales y australes hacen acto de presencia una media de 240 noches al año. Pero a la hora de preparar una excursión para poder visualizar este mágico fenómeno, siempre hay que contar con que la meteorología sea buena. Un cielo despejado y la ausencia de nubes o niebla es primordial para ver una buena Aurora.


En el hemisferio norte las Auroras Boreales son comunes en Alaska, norte de Canadá, sur de Groenlandia, Islandia, norte de Noruega y Rusia.
En el hemisferio opuesto, la Antardida y el sur del Océano Pacífico son escenarios frecuentes de este espectáculo de luz y color.
Actualmente es muy común que diferentes Web de carácter científico, ofrezcan la posibilidad de ver en directo estos fenómenos. Como ejemplo, citaré el proyecto Gloria (Red Global de Telescopios Robóticas), en el cual participa el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC), y que en 2012 llevará a cabo su programa desde  el sur de Groenlandia.


Para los moradores de los hielos eternos de ambos hemisferios terrestres, la aparición de estas luces en el cielo forma buena parte de las muchas leyendas y tradiciones que se conservan intactas entre los esquimales, lapones o los miembros del pueblo Inuik.
Trato de imaginar qué pudieron sentir los primeros humanos que vieron en el firmamento una Aurora Boreal. Quizás un atávico miedo se apoderó de ellos. Quizás trataron de alcanzar las estelas lumínicas con sus rudimentarias lanzas o tirándoles piedras. Puede que intentaran huir a toda prisa, sin dejar de mirar un segundo aquellas lenguas de fuego que se precipitaban sobre ellos.

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Fuera como fuere, de lo que no cabe duda, es que la observación de una Aurora en el cielo polar, está considerado uno de los más espectaculares y apasionantes fenómenos naturales que puede ofrecernos nuestro mágico planeta.
En una noche palpitante de estrellas, la luz de la galaxia baja rauda para dejarse acariciar por los vientos terrestres, y en su afán por tocar la faz de nuestro mundo, se engalana de místicos colores como un enigmático regalo de lejanos dioses.

Aportes y Datos:
Texto de mi anterior blog Centinela del Sendero












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