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J.J.D.R.
La imperfección,
absoluta y voluptuosa de formas picasianas, dibujaron su cuerpo desde pequeño.
La irregularidad de su sombra, el escorzo imposible de sus miembros, su joroba,
mochila cargada de espanto que sostuvo su retorcida espalda de por vida,
recibió el oprobio y la crueldad de los que se rieron y jactaron de su deforme
figura.
JOSEPH MERRICK Foto www.axxon.com.ar |
Joseph Carey Merrick
nació en Leicester (Inglaterra) un 5 de agosto de 1862. Fue un niño sano en sus
primeros meses de vida. Sus padres, Joseph Rockley y Mary Jane, vieron nacer a
su primer hijo con la ilusión propia de cualquier joven matrimonio. Pero la
felicidad se truncó en horror en poco tiempo. El pequeño Joseph, cuándo tan
sólo tenía 18 meses de vida, comenzó a evidenciar en su cuerpo las
protuberancias que a la postre, harían de él un hombre desgraciado.
Los bultos se
extendieron por todo su cuerpo. A la edad de cuatro años sus extremidades
estaban ya deformadas y un desvío extremo en su cadera le impedía caminar con
normalidad. Sus primeros años de infancia son un castigo cruel. Está
imposibilitado para jugar con otros niños de su edad que además, se ríen de él
y de su pequeño y deforme cuerpo. La edad de la inocencia nunca llegó a pasar
por su vida. Jugar fue una palabra tan soñada como efímera y aunque siempre
tuvo el amor de su madre, su corazón y su alma pronto aprendieron el
significado de la palabra soledad.
Su madre fue, sin
lugar a dudas, quién iluminó su vida mientras estuvo a su lado. Cuando ella le
faltó, su recuerdo, sus enseñanzas, y la calidad humana que le inculcó, fue un
faro siempre encendido a su lado que alumbró su camino hasta los últimos días
de su vida.
Joseph era el primero
de los tres hijos que tuvieron sus padres. Sus dos hermanos, William y Marion
Eliza, nacieron sanos, lo que implicó que su madre se volcase con aquel que más
atención necesitaba.
Su madre quiso que
Joseph aprendiese a leer y escribir. Ella lo había conseguido, aún viniendo de
familia y condición humilde, hecho poco habitual en aquella época.
Joseph se crió bajo
la exhaustiva protección de su madre. Las risas y burlas de los niños en el
colegio eran constantes. En cada trayecto de la escuela a casa y viceversa,
Mary Jane tenía que disolver grupos de curiosos que se arremolinaban alrededor
de su hijo para increparle o reírse de él. La dependencia del joven Joseph de
la figura de su madre era total. El vínculo era tan estrecho entre ambos que,
sólo una gran desgracia o tragedia, podía romperlo.
Y la tragedia llegó.
El destino de Joseph Merrick quedó redactado en un período de tiempo muy corto.
Primero falleció su hermano William en 1870 con tan sólo cuatro años, víctima
de la escarlatina, a quién siguió poco después, en el transcurso del mismo año,
su hermana Marion Eliza de tan sólo tres.
La época del llanto y
la pena había llegado. Con once años de edad, Joseph recibió el peor golpe de
toda su vida.
Una bronconeumonía
arrancó a su madre de su lado en 1870. La enfermedad cortó su vínculo más
sagrado dejando al joven Joseph sólo ante un futuro incierto de soledad y vacío
absoluto.
Foto www.fotolog.com |
La figura de su padre
nunca fue decisiva en su vida. Quizás, nunca logró superar el trauma que supuso
ver la deformidad creciente de su hijo. Quizás, tal vez, nunca vio a Joseph
como a un hijo. De lo que estamos seguros, siempre en base a lo que Joseph
contó años después, es que nunca se sintió realmente querido por su propio
padre que, tras el fallecimiento de su esposa, socavó un enorme hueco entre
ambos.
Joseph Rockley
trabajó como cochero hasta que decidió montar un pequeño negocio con su esposa.
Al poco tiempo de fallecer su mujer, se une sentimentalmente con su casera, la
señora Emma Wood Anthill, quién tiene dos hijos y será la encargada de
destrozar definitivamente la vida del joven Merrick.
Desde un principio la
madrastra de Joseph siente asco y repugnancia hacía Joseph. No soporta ver la
deformidad del joven, cada vez más pronunciada, y busca cualquier excusa para
insultarle y pegarle. Ante tales conductas, su padre se mantiene al margen, el
pobre Joseph se las tiene que ingeniar para mantenerse alejado de su madrastra.
La situación se
vuelve cada día más insoportable. Tanto Emma como sus dos hijos, están hartos
de que Joseph no aporte nada a la manutención de la casa. Incluso se lo hacen
saber a su padre. Al principio éste justifica que no trabaje debido a sus
problemas físicos, pero ante las continuas quejas de su nueva mujer, intercede
para que su hijo gane un jornal en la fábrica de tabaco junto a su tío Charles
Merrick. Aquí pasará dos años trabajando, hasta que la tremenda deformidad de
su mano, le imposibilita realizar sus funciones y es despedido.
De nuevo las injurias
y el maltrato caen con todo el peso del odio sobre Merrick. En varias ocasiones
decide escapar de casa y vagabundea por la ciudad pasando hambre y frío. Su
padre sale en su búsqueda y consigue convencerle para que regrese a casa,
asegurándole que las cosas van a cambiar. Pero nada cambió.
El cuerpo de Joseph
se ha convertido en un sinfín de tumores gigantes que deforman su fisonomía. La
escoliosis extrema y la desviación de su cadera, convierten cada uno de sus
pasos en un auténtico calvario. Para colmo de desdichas, su madrastra le
propina continuas palizas, dejándole infinidad de veces sin comer, o
sirviéndole las sobras como si de un perro se tratase.
Foto www.ripleys.com |
En la búsqueda de una
solución de trabajo para Merrick, su padre le consigue licencia de buhonero. Provisto
de un carro y algo de mercancía se lanza a la calle con la idea de vender y
conseguir algo de dinero que llevar a casa, afanado en calmar la inagotable
violencia que altera la conducta de Emma y sus dos hijos.
La gente huye
despavorida al ver la figura de Joseph. Un enorme tumor en la mandíbula hace que
su voz suene ininteligible. La gente se aparta de él y no consigue vender nada.
Su padre le da dinero todos los días para comer. Merrick, asustado e incapaz de
llegar a casa sin una moneda en el bolsillo, pasa días enteros sin llevarse
nada a la boca, trayendo de vuelta el dinero que le da su padre, haciéndolo
pasar como ganancias de la jornada.
Sin poder aguantar
más la situación, con tan sólo quince años, decide marcharse definitivamente.
Unas pocas monedas y su carro es todo lo que se lleva. Durante días su hogar es
la calle, dónde pasa hambre y frío, cobijándose al amparo de puentes alejado de
las miradas de la gente.
Es de nuevo su tío
Charles quién le ofrece su ayuda y su casa enterado de la situación en la que
se encuentra. Llega incluso a discutir con su hermano Joseph, recriminándole
que permita que su hijo vague en la calle, en vez de dispensarle el cariño
obligado de un padre.
Los comerciantes de
la ciudad se reúnen para pedir la nulidad de la licencia de Joseph. Alegan que
espanta a los clientes y que su imagen grotesca y fantasmal, resulta ser de
mala reputación para el gremio. En 1879 le retiran la licencia. En ése momento,
Joseph Merrick vive con su tío, quién decide brindarle su casa el tiempo que
necesite.
Durante dos años
Merrick se alojó junto a sus tíos. Esperaban un hijo, y creyó que ya habían
hecho más que suficiente por él.
Agradecido ante la
voluntad y generosidad que mostró Charles con él, le expresó su decisión de
abandonar la casa y pedir asilo en una Work House (casa de trabajo). La idea de
ingresar en éste tipo de instituciones no era del agrado de Merrick. La mala fama
precedía a estos centros dónde cama y comida eran moneda de cambio por trabajo
realizado.
Su tío Charles no
pudo oponerse. Lo intentó, pero Joseph se mostró inflexible. Un nuevo miembro
llegaría a la familia de su tío en breve, y serían demasiadas bocas que
mantener. La decisión estaba tomada.
Foto www.youtube.com |
Durante cuatro
eternos años Joseph estuvo encerrado en la casa de trabajo. De lo que tuvo que
soportar, poco se sabe, ya que Merick siempre pasó de puntillas sobre aquella
etapa de su vida. Pero seguro que la experiencia fue horrible.
En la institución es
imprescindible trabajar para lograr la manutención. A Merrick le ha crecido
una protuberancia en la cara que se asemeja a la trompa de un elefante. Ya no
se le entiende al hablar y apenas pueda digerir comida alguna. Como no puede
trabajar, y con la excusa de la posibilidad de intervenirlo quirúrgicamente, lo
trasladan al Leicester Infirmary, donde le quitan el gigantesco tumor de la
cara que llegó a pesar medio kilogramo. Tras recuperarse de la operación,
decide no volver a la casa de trabajo. Ahora puede comer adecuadamente y es
capaz de hacerse entender correctamente.
Está decidido a
emprender un nuevo rumbo. Enterado de que a la ciudad ha llegado un feriante
llamado Sam Torr, decide hacerle una visita y pedirle trabajo como atracción de
feria. En cuanto el astuto feriante
tiene ante sus ojos a Merrick, se percata de que puede hacer dinero, incluyéndolo
en su espectáculo bajo el título de “El Hombre Elefante”.
De ciudad en ciudad,
de pueblo en pueblo, Merrick es exhibido como una bestia humana. De la feria de
Torr pasará a la de Tom Norman. Aunque la crueldad del simple hecho de exhibir
a alguien como una atracción de feria, por el hecho simple de ser diferente,
esté fuera de toda discusión, Joseph Merrick siempre se mostró agradecido para
con Tom Norman.
La feria ambulante se
instaló cerca del hospital Real de Londres en 1884, concretamente en el 123 de
Whitechapel Road.
Foto www.biography.com |
Los estudiantes de
medicina pasaban diariamente por la feria y asombrados observaban la morfología
de Merrick. Entre tantos comentarios al respecto, ante la fama que adquirió en
el hospital la presencia del hombre elefante, los comentarios llegaron a oídos
del afamado médico Frederick Treves, cirujano jefe del hospital de Londres, que
no dudó en visitar la feria. La imagen del cuerpo de Merrick lo dejó helado.
Impresionado por la enfermedad del hombre, le pide a Merrick que le deje
examinarlo en profundidad. A Joseph le ha crecido otra vez el tumor de la cara
y vuelve a tener problemas al hablar. El médico interpreta esta deficiencia con
un trastorno mental del joven, pero apenas tiene tiempo de examinar a Merrick.
Las ferias estaban muy controladas en aquella época y las denuncias por
indecencia al exhibir a Merrick, terminan con el cierre de la feria.
En la vida de Merrick
aparece un nuevo personaje llamado Ferrari. Es feriante al igual que Tom
Norman, y negocia con éste para que le ceda a Joseph. Su idea es incluirlo en
su espectáculo lejos de Inglaterra. Tom acepta la propuesta y Merrick pasa a
depender de su nuevo jefe. Antes de emprender la marcha, el doctor Treves
entrega a Merick una tarjeta con su nombre y dirección, indicándole que acuda a
verle siempre que quiera.
La feria de Ferrari
parte hacia Bélgica en 1886. Una vez que comienzan a establecerse por pueblos y
ciudades, se percatan de que las leyes son incluso más estrictas que en
Inglaterra, y allá donde van, su espectáculo es cerrado.
Dr. TREVES Foto www.axxon.com.ar |
Es una mala época
para el bueno de Joseph. Al no poder trabajar, el condenado Ferrari abandona a
Merrick a su suerte robándole los pocos ahorros que tenía, y dejándolo sólo en
un país desconocido cuyo idioma es una barrera insalvable. Angustiado y muerto
de terror no sabe hacia dónde dirigirse. Consigue vender alguna pertenencia que
tiene. Con el dinero que saca logra llegar a Ostende, compra un billete para
embarcarse rumbo a Inglaterra, pero con la condición de que no se mezcle con el
pasaje. Durante todo el trayecto estuvo escondido en un rincón de la cubierta
del barco. Los huesos del cuerpo le dolían y el frío intenso y la humedad le
provocaron neumonía. Una vez atracó el barco en Dover cogió un tren hacía
Londres. También durante éste viaje, se mantuvo escondido de la gente, hasta
que llegó en diciembre de 1886
a la estación de Liverpool Stret. Cuando se apeó del
vagón, inmediatamente una muchedumbre de gente le rodeó. Joseph intentó
esconder su rostro bajo la capucha de su capa. Pero le fue imposible deshacerse
de la gente que le insultaba y le trató como si fuese un monstruo. Tal fue el
caos que se originó a su alrededor, que Merrick perdió los nervios y asustado
comenzó a gritar desconsolado pidiendo auxilio. Parecía que se había vuelto
loco. Contorsionaba su cuerpo de un lado a otro dejando escapar con gestos
extraños toda su rabia, toda la ira, todo el miedo acumulado durante tantos
años.
La policía hizo acto
de presencia enseguida. Cuando Merrick los vio, sólo tuvo fuerzas para
entregarles la tarjeta que le dio el doctor Treves dos años atrás. Después se
derrumbó en el suelo perdiendo el conocimiento.
Foto es.wikippedia.org |
Avisado el doctor
Treves por la policía acudió de inmediato. Al ver el estado en que se
encontraba Joseph, sin dudarlo un instante, lo trasladó al hospital
ingresándolo de incógnito en una habitación. El hospital no albergaba a
enfermos crónicos, lo que significaba que Merrick pronto estaría de nuevo en la
calle.
El doctor Treves se
enfrentó a serias dificultades por parte de los gerentes del hospital. Corrió
peligro incluso su puesto de trabajo. Pero con todas sus fuerzas, y sobretodo
movido por una extraña sensación de protección y curiosidad hacia Merrick,
logró pactar una solución con el hospital. Pondría un anuncio en los
periódicos. Daría a conocer el extraordinario caso de Joseph al mundo, y
pediría donaciones que servirían pasa aposentar a Merrick en una habitación del
centro sin coste alguno para el hospital. Así, además, el doctor tendría la
oportunidad de estudiar en profundidad la enfermedad de Joseph. Merrick, a todo
esto, tan sólo pedía que llegado el caso, si no se conseguía la suma necesaria,
en ningún caso fuese llevado a una casa de trabajo. Pedía que se le trasladase
a un centro de ciegos, donde no podrían ver su monstruosa figura y sentir
pánico al verle.
Foto www.pinterest.com |
Pero en aquella
ocasión la vida dio un respiro al desdichado de Joseph. La princesa de Gales
Alexandra y el Duque de Cambrige se interesaron por Merrick, y llegaron a
conocerle el 21 de mayo de 1887.
A partir de entonces, en la que sería, a pesar de su
juventud, la última etapa de su vida, Joseph Merrick por fin tendría un hogar y
la paz y tranquilidad que nunca tuvo.
Se le habilitó una
habitación cómoda y sencilla en el hospital. Al fin Joseph pudo dedicar tiempo
a la lectura, su gran pasión. Se podía pasar todo un día leyendo novelas
románticas y mirando a través de la ventana las flores del jardín. El doctor Treves
quedó impresionado con la educación exquisita de Merrick. Podían pasar largas
horas hablando y Treves comprobó realmente cual era el nivel intelectual de
Joseph.
Foto gallery4esgare.com |
Recibía cartas de
gente anónima que se preocupaban por él. Contestaba con elegancia y exquisito
trato las misivas, y se sentía con fuerza y ánimo hasta para salir a pasear de
vez en cuando. La gente que se acercó a conocer al hombre y no al monstruo,
halló a u ser extraordinario y con una sensibilidad especial. Una vez, una
señora le tendió la mano. Aquel gesto tan simple de amistad, hizo que Joseph
Merrick rompiese a llorar. Nadie, a excepción de su amada madre, se atrevió a
tocarle, ni siquiera para mostrarle un gesto de amistad, simpatía o cariño.
CARTAS DE MERRICK |
Comenzó a escribir
sobre sus pensamientos y sentimientos íntimos, ofreciendo al mundo la visión de
un hombre capaz de no guardar rencor a la gente que le vilipendió, humilló, e
hizo de su vida un infierno. Su manera de expresar su sentimiento de culpa ante
su propio aspecto lo define de esta manera;
“Es cierto que mi forma es
muy extraña, pero culparme por ello es culpar a
Dios; si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo me haría de modo que te gustase
a ti.
Si yo
fuera tan alto que pudiese alcanzar el polo o abarcar el océano con mis brazos,
pediría que se me midiese por mi alma, porque la verdadera medida del hombre es
su mente”.
Con tan sólo 27 años
de edad falleció un 11 de abril de 1890 mientras dormía.
Debido a su
desmesurada cabeza, Merrick tenía que dormir sentado para evitar la asfixia. En
un principio se pensó que fuese la causa de su muerte, al obstruírsele la
tráquea pero, hoy día, se apunta la posibilidad, casi unánime, que se
fracturase el cuello debido al peso de su enorme cabeza al quedarse dormido.
Foto biography.com |
Joseph Merrick está
considerado por la ciencia y la medicina, como el caso más extremo de
deformidad hasta el momento conocido. Según los últimos estudios basados en las
investigaciones llevadas a cabo aún en vida de Merrick y, más tarde, gracias a
su esqueleto y las mascarillas que se realizaron de su rostro y sus miembros,
los médicos apuntan a que padeciese en grado máximo el “Síndrome de Proteus”.
Foto en.wikipedia.org |
Aún hoy día se debate
sobre el caso extraordinario de Joseph Merrick. El doctor Treves se dedicó a
estudiar en profundidad a Joseph. Llegó a considerarlo su amigo, y, en una
ocasión, tiempo después, cuando le preguntaron que fue lo que más le impresionó
de Merrick contestó:
“Una cosa que siempre me entristeció de Merrick era el hecho
de que no podía sonreír. Fuera cual fuera su alegría, su rostro permanecía
impasible.
Podía
llorar, pero no podía sonreír”.
La fortaleza de
carácter y su extrema sensibilidad dejó una huella indeleble en su recuerdo.
Tal es así que, el antropólogo Ashley Montagu de la Universidad de Princeton,
escribió un extenso trabajo sobre la cualidad humana de Joseph, que tituló, “Merrick, El hombre elefante, un estudio acerca de la dignidad humana”.
Foto www.bbc.co.uk |
Joseph Merrick
falleció sin conocer el amor. Se fue de este mundo sin saber qué se siente al
amar o ser amado, sin albergar en su corazón la esperanza de disfrutar por un
instante, lo que sentía cualquiera de los personajes de las novelas románticas
que tanto gustaba leer. Su vida transcurrió entre la violencia y el insulto continuo, entre la más absoluta indiferencia y el miedo que generaba en la gente que le
rodeaba.
Se durmió un día y
falleció, para al fin dejar de sufrir.
Murió sin poder
mostrar su alegría. Por un segundo, imagínense no poder sonreír nunca.
Joseph Merrick vivió
encarcelado en su propio cuerpo.
Las rejas de su prisión
fueron sus deformados miembros y los gigantes tumores que salpicaron su
fisonomía.
A pesar de su
sufrimiento y el calvario que pasó, al menos en el último periodo de su vida,
en su interior, en lo mas hondo de su ser y su mente, Joseph Carey Merrick...
fue libre.
Aportes y Datos:
Texto de mi anterior blog Centinela del Sendero
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Comentarios
¡Qué crueles podemos ser ante la diferencia! Sólo creemos lo que vemos, sólo miramos lo que tenemos delante de nuestras narices...
ResponderEliminarSaludos