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J.J.D.R.
Hablar de aventura y exploración suele
ser atrayente. ¿Quién no ha deseado, aunque sea por un momento, verse
convertido en un intrépido aventurero? descubrir un gran tesoro o una
civilización perdida legendaria, aunque ésta se
encuentre oculta por una selva tan profunda que adentrarse en ella pueda
significar enfrentarse a innumerables peligros. Si en una conversación, salen a
la luz palabras como exploración y aventura, es posible que nos venga a la cabeza
la icónica imagen de un señor con sombrero de ala ancha y chaqueta de cuero
marrón que porta en su mano izquierda un látigo y en la diestra empuña una
pistola. Supongo que Harrison Ford será recordado siempre como ése gran
aventurero buscador de reliquias que todos quisimos ser de pequeño. Pues bien, hubo
un Indiana Jones real, de carne y hueso. Un genial aventurero y explorador
inglés que se pasó media vida buscando una legendaria ciudad perdida en las
entrañas del Amazonas. Su nombre, Percival Harrison Fawcett y, aunque muchos
aspectos de su biografía puedan parecer sacados de una película de ficción, su
vida real fue una constante aventura, un colmado de épica y ambición por
explorar lo desconocido, no exento de miedos, tragedia y desconcierto;
ingredientes que sirvieron tras su desaparición como caldo de cultivo para
acrecentar la leyenda que pesa sobre su figura incluso hoy día después de tanto
tiempo transcurrido.
CORONEL PERCIVAL HARRISON FAWCETT |
Percival Harrison Fawcett nació en
Torquay (Inglaterra), concretamente en el condado de Devon en la costa de
Torbay, el 18 de agosto de 1867. Desde su más tierna infancia el joven Fawcett
creció rodeado de señales que recibía de su entorno más cercano que fueron
dibujando su temprana pasión por los viajes y la aventura. Su padre, Edward B.
Fawcett, había nació en la India y allí ejerció su carrera militar siendo un
destacado miembro de la Royal Geographical Society. La posición acomodada de
sus progenitores y el círculo social y
cultural que amenizaba las jornadas con largas charlas en el salón en su casa,
sumado a la gran cantidad de libros que sus padres almacenaban, permitió al
pequeño Percival escuchar atentamente conversaciones en las que viajeros y
exploradores ingleses narraban sus experiencias en lejanos países de exóticas
costumbres, creciendo en su mente la idea de emular a esos exploradores que
aparecían en los libros que devoraba con pasión.
Foto www.pinterest.com |
Fue un buen estudiante y se graduó en
Newton Abbot Proprietary College. Su educación fue muy estricta, donde el
cariño de sus padres brilló por su ausencia, moldeando con los años una
personalidad introvertida que le confirió una estampa de seriedad que siempre
mantuvo intacta a ojos de los que menos le conocían. Con 19 años, tal y como su
padre deseaba, se graduó como cadete en Woolwich, siendo destinado en 1880 con
19 años a la guarnición de Trincomalee al noroeste de Sri Lanka como miembro de
la Artillería Real Británica, por aquella época el puerto más importante del
país asiático. Sin duda éste fue el comienzo de su nueva vida. La oportunidad
de viajar, de conocer nuevas culturas y exóticos lugares, le abrieron de par en
par las puertas hacia un sendero que no dudó en recorrer desde aquel momento.
Incluso sentimentalmente, ya que en su nuevo destino conoció a Nina Agnes
Paterson, con quien contraería matrimonio en 1901 y con la que tuvo tres hijos,
Jack, Brian y Ruth, a quienes trató a pesar de sus largas ausencias, de dar
todo el cariño y el afecto que él nunca obtuvo de sus padres.
Foto www.wikipedia.org |
Su carrera militar estuvo ligada a la
cartografía de terreno. Su capacidad para aprender lenguas diversas así como su
pasión por viajar y conocer otras culturas, sirvió para que le destinaran a la
que sería su primera expedición a tierras sudamericanas en 1906. Tenía por
entonces 36 años y sus trabajos cartográficos en las fronteras de Brasil, Perú
y Bolivia, serían a la postre todo un referente para el estudio geográfico de
estas regiones apenas exploradas. Aquella experiencia marcó su vida. Quedó
impresionado por las grandes selvas, las altas cordilleras, sus enormes
pantanales, los grandes y navegables ríos que se adentraba en la jungla…pero
sobre todo, cayó rendido ante la misteriosa atracción que sentía por las
numerosas culturas que vivían en esas remotas tierras y, más aún, sobre
aquellas otras que aún resisten perdidas en el útero de la selva más profunda
de la Tierra.
Foto www.popmatters.com |
Hasta siete expediciones realizó
Fawcett en los años siguientes 1906/1924. Se convirtió en un auténtico experto
en lidiar con las etnias indígenas de la selva Madre de Dios, con los cuales
terminó entablando cierta amistad y a los que trató siempre con cordialidad,
repartiendo presentes a cambio de información sobre lugares que deseaba
explorar y conocimientos sobre su lengua y costumbres.
Foto www.aprenderviajandoporelmundo.blogspot.com |
Siempre tuvo claro que
su formación militar y su oficio como topógrafo, fueron la herramienta perfecta
para poder dedicarse a su gran afición, la búsqueda de lugares impactantes en
la naturaleza. Como fruto de sus expediciones, se enamoró de un pequeño paraíso
en la Meseta de Caparú, hoy día dentro del Parque Nacional Noel Kempff entre
Brasil y Bolivia, y cuyas cataratas llevan su nombre para la perpetuidad. Uno
de sus grandes amigos fue Arthur Conan Doyle, y Fawcett hubo de ser tan
incisivo y explícito a la hora de narrar a su amigo escritor el lugar de sus
sueños, que el mítico Conan Doyle lo utilizó como escenario de su gran obra “El mundo perdido”. El inicio de la gran
guerra puso freno a sus exploraciones. Fue destinado al frente en Flandes al
mando de una brigada de artillería.
Foto www.elece.net |
Finalizada la guerra regresó a Brasil,
ya como coronel, enfrascándose de lleno en el estudio de la Amazonía, su biodiversidad,
historia, arqueología y todo legajo o papel que hiciera alguna mención sobre
las costumbres y leyendas de los pueblos amazónicos. Durante este nuevo período
de su vida, mientras estudiaba a fondo textos y libros, no dejó nunca de
perderse en las entrañas de la selva durante largos lapsos de tiempo,
experimentando en primera persona la sensación de cuán pequeño e insignificante
es el ser humano ante la inmensidad de la naturaleza salvaje.
Foto www.alchetron.com |
Un buen día se topó de bruces con una
historia impactante. Le narraron la fascinante experiencia vivida por Francisco
Raposo, militar portugués que en 1743 describió el hallazgo en lo más profundo
de la selva del Mato Grosso de una ciudad perdida y hasta la fecha totalmente
desconocida. Fawcett no tardó en dar con el manuscrito que narra con detalle
la aventura de Raposo y lo que descubrió marcó el resto de su vida. En la
Biblioteca de Río de Janeiro, en la división (Manuscritos) y serie (Obras raras),
había un texto en portugués de diez páginas bajo el título “Relación histórica de una oculta y gran
población, antiquísima, sin moradores, que se descubrió en el año 1743”copia
integral manuscrita por el Canónigo Januário da Cunha Barbosa.
MANUSCRITO 512 |
El manuscrito
era una crónica detallada del descubrimiento de una gran ciudad perdida en
medio de la selva. La ciudad descrita por Raposo, quien la encontró por fortuna
cuando buscaba unas minas de plata, se entraba bajo tres arcos de gran altura. Dicha
ciudad estaba repleta de grandes avenidas y casas de cuidadosa construcción. En
medio de la ciudad encontraron una gran plaza y, en medio de esta, una columna
de piedra negra de gran tamaño junto a una escultura de un hombre cuya mano
izquierda se posaba sobre su costado izquierdo y su brazo derecho extendido
apuntaba hacia el norte.
Foto www.pinterest.com |
En cada esquina de la plaza había una gran lanza
similar a la usada por los romanos y destacaba sobre el resto una enorme edificación
resplandeciente que parecía ser la morada de algún gran señor. Por todos lados
se podían observar columnas con grabados extraños que no pudieron descifrar, y
durante días enteros anduvieron perdidos entre los muros y calles de esta
ciudad desconocida y olvidada. Ni que decir tiene que Fawcett quedó prendido
ante esta historia, volcándose en la búsqueda de toda la información que
pudiera recabar sobre la aventura vivida por Raposo en la desconocida ciudad
perdida a la que Fawcett bautizó como “Ciudad Z”, en cuya existencia nunca
dejaría de creer hasta el final de sus días.
En el año 1925 tras conseguir dinero
de parte de un grupo financiero londinense conocido como The Glove (el guante)
emprende la búsqueda de la Ciudad perdida de Z en compañía de su hijo mayor
Jack y Raleigh Rimell, el mejor amigo de Jack. Ha sido mucho lo que se ha
especulado sobre este asunto. Me refiero a la decisión de embarcar en tan
arriesgada expedición a su hijo mayor, pero sobre todo al amigo de este, ya que
el joven Raleigh demostraría en poco tiempo no estar a la altura de las
expectativas del coronel Fawcett, avezado y experimentado explorador. Es
posible que la noticia de que otros grupos expedicionarios saldrían inmediatamente
en busca de la ciudad perdida hiciera que tomara la decisión de adelantar sus
planes y contar finalmente con su hijo y su amigo.
Foto www.allposter.com |
Sabedor de la dificultad que entrañaba
tan arriesgada expedición, pidió expresamente que si no tenían noticias de
ellos en un tiempo estimado, no mandasen a nadie tras su búsqueda, ya que si él
no lograba regresar, nadie lo conseguiría y todos morirían en el intento.
La expedición partió el 20 de abril de
1925 desde la localidad de Cuiabá, acompañados por dos arrieros brasileños, dos
caballos, ocho mulas y dos perros. Entre sus provisiones, cuidadosamente
administradas y escogidas por Fawcett, había todo tipo de conservas, leche en
polvo, un sextante, bengalas, un cronómetro y varios tipos de armas. Durante
todo el trayecto el coronel fue relatando en su diario los pormenores de cada
jornada. El último mensaje sobre su situación, está fechado el 29 de mayo de
1925. En una carta dirigida a su esposa y que llegó a través de un mensajero
indígena, cuenta que están los tres solos y que se adentran en territorio
inexplorado desde que cruzaron el Alto Xingú, uno de los afluentes sudoriental
del río Amazonas. Nada en esta misiva denotaba que las cosas fueran mal. Por el
contrario, entre líneas se mostraba entusiasmado y optimista. Nunca más se supo
de ellos.
Desde entonces hasta nuestros días, la
expedición emprendida por Fawcett y lo que les ocurrió, es todo un misterio. Su
recomendación de no enviar a nadie en su búsqueda cayó en saco roto, habiéndose
contabilizado la cifra de cerca de cien personas desaparecidas de entre todas
las expediciones que han seguido los pasos de Fawcett. Más que simples
palabras, fueron severas premoniciones.
El primer intento de dar con Fawcett
es de 1927 a cargo del estadounidense George Miller Dyott, quien dijo tener
pruebas de que Fawcett murió a manos de los indios Aloique pero sin aportar
evidencias de ello. Otra expedición en 1951 llevada a cabo por los hermanos Vilas-
Boas (conservacionistas/indigenistas amazónicos) logran entablar diálogo con
los Kalapalo, quienes a través de su jefe Sarari, confirman que fueron ellos
quienes mataron al coronel Fawcett, pero hacen prometer a Villas Boas que no
contarán nada para evitar represalias de los hombres blancos.
VILAS BOAS JUNTO A MIEMBROS KALAPALO Foto www.fawcettadventure.com |
Según la versión
de Sarari, fue un gran agravio para su pueblo que Fawcett, tras disparar un
pato, no quisiera compartir con ellos la pieza, algo intrínseco en su arraigo
cultural y comunal. Para más señas, le mostraron unos huesos que dijeron
pertenecer al coronel y se los llevaron. En un principio parecía que el caso de
la desaparición de Faceta había sido desentrañado. Pero en 1965 y a petición
del hijo menor de Fawcett y de su viuda, convencidos de que los restos hallados
no eran del coronel realizaron nuevos exámenes incluyendo piezas dentales que la
viuda conservaba de su esposo, pudiéndose determinar con precisión que la
dentadura no encajaba en los restos encontrados y por lo tanto no pertenecía a
Fawcett.
ORLANDO VILAS BOAS JUNTO A LOS SUPUESTOS RESTOS DE FAWCETT Foto www.historiasdelahistoria.com |
En fechas más recientes, concretamente
en el año 1996, una numerosa expedición quedó a merced de la tribu Kalapalo
cuando buscaba alguna señal del paso de Fawcett por sus territorios. Solo
cuando accedieron a marcharse dejando todo el material que llevaban
consiguieron salir con vida de una situación tremendamente complicada. Dos años
más tarde, una nueva expedición llevada a cabo por Benedict Allen se adentra en
territorio Kalapalo, con la intención de grabar una entrevista con uno de los
miembros más ancianos de la tribu. La entrevista, que fue grabada para la BBC,
consiguió el testimonio de un anciano llamado Vajuvi que afirmó que los huesos
encontrados por Vilas-Boas no pertenecían a Fawcett.
Foto www.express.co.uk |
La última de las expediciones llevadas
a cabo a las regiones donde se piensa que Fawcett pudo desaparecer estuvo a
cargo del periodista The New Yorker David Grann quien, dejándose arrastrar por
los textos de Fawcett, encaminó sus pasos hacia territorio Kalapalo tras nuevas
posibles pistas. En el año 2005, tras muchas dificultades y numerosos
pormenores, consiguió que varios miembros de esta tribu le contasen lo que las
tradiciones de su pueblo sabían sobre Fawcett. Según esta última versión, el
coronel fue el primer blanco en contactar con ellos, dejándoles una honda
huella. Tras compartir varios días, emprendió de nuevo su viaje a tierras del
este, pudiendo ser contempladas las hogueras que encendían durante algunas
jornadas. Los Kalapalo se desentienden de lo acontecido después con la
expedición de Fawcett, convencidos de que murieron en manos de tribus muy violentas
cuyos territorios se encuentran justo en la dirección que Fawcett tomó tras su
marcha.
Que si Fawcett terminó encontrando la
ciudad de Z y allí murió. Que si el intrépido coronel, harto de vagar por la
selva, se topó con una tribu no beligerante de la que terminó siendo rey. Que
si murió, que si no...La verdad es que nada sabemos sobre qué final tenía
reservado el destino para Fawcett, su hijo y Raleigh Rimell. La leyenda de
Fawcett se pierde en la bruma misteriosa de la selva. Una selva capaz de ocultar
la insignificante traza de una huella humana, como de hacer desaparecer por
completo una gran ciudad bajo su manto perpetuo de salvaje floresta.
El afán del ser humano por desbrozar
lo ignoto y explorar los confines del mundo, incluso llegando al límite de su
propia conciencia y capacidad, es algo innato en nuestra especie desde el
principio de nuestros orígenes. Son muchos, hombres y mujeres, los que a pesar
de las adversidades y en muchos casos a riesgo de perder todo lo que poseían,
sintieron la necesidad de buscar, de hallar, de atravesar a ciegas regiones
inhóspitas y salvajes con el propósito de dar alcance a un reclamo consciente
de su propia mente que, como una herida que no cicatrizará tras incrustarse en
sus vidas hasta no poner remedio , les obligó a magnificar sus cualidades a fin
de alcanzar el enigma que se escondía tras unos sueños que la mayoría tildaban
de falsos mitos, leyendas, o simples locuras. Algunos lo consiguieron y nos
legaron su experiencia y conocimientos para el futuro. Otros, como en el caso
de Fawcett nos dejaron su luz, esa luz que desprenden los seres humanos
incapaces de resistirse a la tentación de andar el camino que separa los sueños
de la realidad, iluminando senderos que quizás, algún día, nos muestran las
huellas de un pasado humano tan remoto que ni siquiera somos capaces de
imaginar.
Aportes y Datos:
Bibliografía
La Ciudad perdida de Z (David Grann)
La maldición de los exploradores (Lorenzo Fernández Bueno)
Wikipedia
https://es.wikipedia.org/wiki/Percy_Fawcett
Monografías
http://www.monografias.com/trabajos96/percy-harrison-fawcett-y-su-delirante-universo-esoterico/percy-harrison-fawcett-y-su-delirante-universo-esoterico.shtml
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Comentarios
A veces leyendo estas biografías me pregunto qué porcentaje de realidad hay en ellas, pienso que donde hubo dudas se añadió imaginación, pero las sigo leyendo porque me gustaría creérmelas.
ResponderEliminarEsta tiene visos de credibilidad o es otra de las que quiero creerme.
Te felicito por tu trabajo de campo es una maravilla. Abrazos
Hay mucha razón en tus palabras. Siempre se suele añadir leyenda cuando se desconocen o se han perdido datos concretos. En este caso más aún, pues Fawcett no dejó huellas tras desaparecer en la inmensidad de la jungla.
EliminarMuchas gracias siempre por tu huella amiga, que aprecio muchísimo.
Un abrazo.
Si, ya sé, es muy tarde, no queda rastro de la fiesta pero me asomo a tu ventana y te deseo "muchas felicidades", espero que hayas pasado un día muy feliz. Un abrazo afectuoso.
ResponderEliminarVolveré con tiempo para leer el escrito parece muy interesante.
Muchas gracias Alondra. Un fuerte abrazo.
EliminarHola Jorge ; vida apasionante la de este coronel , la verdad es que nos querdaremos con la incognita de lo que le pasó a el a su hijo y al amigo de este , está a sido una entrada muy interesante de verdad , a medida que iba leyendo me veía como una más de su espedicion , tengo que felicitarte por está gran entrada que como siempre es un verdadero placer el pasar y aprender cosa nuevas y sobre todo de gran interes cultural e intelectual .
ResponderEliminarTe deseo una feliz semana besos de flor .