J.J.D.R.
Una
obtusa ceguera guía el hierro incandescente que hurga en la herida de una selva
indefensa, pura de vida, que llora y emana verde sangre tras cada árbol
diezmado y abatido por el hombre.
Senderos
otrora transitados por los pies descalzos de nómadas del antiguo bosque, ahora
se alinean conformando embarradas carreteras por las que transitan a diario
fúnebres camiones y trenes que transportan los cadáveres de cientos de miles de
guardianes de vida, centinelas de una selva rota, que lamenta la desidia y la
codicia humana.
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TERRITORIO AWÁ |
Escondidos
bajo un dosel de clorofílica floresta que les sirve de parapeto vigía, unos
pocos miembros de la tribu Awá, observa con miedo el asesinato de cientos de
árboles en una sola jornada. Son pocos, apenas una docena, y el miedo que sienten
ante las voraces máquinas, no es nada comparado con el terror que les suscita
respirar el mismo aliento que desprenden los cortadores de madera. Llevan
décadas viendo morir a sus congéneres presa de las enfermedades que el hombre
extranjero riega en sus dominios. Les paraliza contemplar cómo destruyen sin
compasión tanta vida que les rodea. Los árboles caen a diario sin descanso y
sus antiguos senderos ya no son transitables. Los animales de la selva hace
tiempo que decidieron migrar y salvar sus corazones de la destrucción en su
hábitat y mitigar de esta forma el dolor que padecen al contemplar la
hemorragia mortal de su verde hogar. Se marchan los mil colores llameantes a
lomo de batracio, los matices del arco iris tatuado en el lomo emplumado de los
pájaros, el rugido místico del jaguar apenas ya es audible, mientras que el frenético
batir de alas del diminuto colibrí busca alimento en lejanas flores.
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Foto www.elmundo.es |
El humo
gris contaminante y el ruido atronador de las máquinas son ahora signos
inequívocos de un cambio radical en su territorio. Los ríos no llevan peces y
sus manantiales se difuminan entre lodos infectos hasta terminar desecados.
Los
Awás son cada vez menos, apenas unos cientos de individuos que padecen cada día
el dolor que conlleva soportar el caminar por sus tierras bajo el yugo impuesto
por el ajeno y amenazador progreso. La lucha ya no es una alternativa, al menos
la física, ya que un bando carga rudimentarios arcos y pequeñas flechas, y sus
enemigos portan rifles que no dudan en usar para acabar con cualquiera que se
atreva a plantarles cara. La maravillosa selva es su único y seguro refugio. De
ahí que pequeños grupos decidieran aislarse completamente parapetándose bajo la
faz crepuscular de un manto espeso de selva virgen. El tiempo apremia para los
Awás. Anualmente, la merma de tierras libres de intrusos los está arrinconando
y por ello se han granjeado el terrible y triste apelativo de ser considerados
la tribu más amenazada de nuestro planeta.
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NIÑO AWÁ Foto www.involucrate.cl |
Cada
día hay menos territorio que les brinde la oportunidad de saciar su necesidad
de aislamiento, su básico anhelo de soledad, el tan ansiado sentimiento de
libertad que necesitan y que se ha convertido en motivo primario que les lleva
a pelear hasta el sacrificio personal si es necesario.
La
tribu Awá o Guajá ocupan territorios protegidos por la Funai (Fundación
Nacional del indio) en tres reservas del estado de Maranhao, alto Turiaçu, Awá
y Carú. La protección de la reserva se estableció en 247.000 hectáreas pero su
demarcación final se vio reducida y establecida finalmente el 19 de abril de
2005 en tan sólo 118.000 hectáreas. No conformes con reducir drásticamente el
territorio protegido, las multinacionales madereras y colonos ganaderos, han
continuado diezmando la selva obviando los acuerdos de protección y estrechando
el yugo que oprime y mata a los pocos individuos Awá que aún sobreviven. Los madereros
actúan a capricho no dudando en asesinar impunemente a todo indígena que se
atreve a plantarles cara. Tras el paso de las máquinas y su mísera carga de
dolor y muerte la selva enferma sin remedio posible, pudriendo a la vez nuestro
mundo, ése enorme pulmón que nos regala el oxígeno que a diario consumimos y
nos da la vida.
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DEVASTACIÓN www.elpais.cr |
Los
Awá son cazadores recolectores y se consideran hijos de la selva, parte de
ella, podría asegurarse que están mimetizados con el ecosistema en el que
viven. Su respeto por la tierra que les nutre de lo que necesitan para
sobrevivir, va más allá del simple hecho de coexistir con el medio. Sienten que
la selva son ellos, y ellos son selva.
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DESTRUCCIÓN Foto www.ecoticias.com |
No
hay sendero o reducto salvaje oculto al resto del mundo que ellos no conozcan.
Saben dónde buscar los ricos panales de miel, dónde recolectar frutos
deliciosos y en qué lugares preparar emboscadas en los días de cacería; cuando
sus largos arcos de casi dos metros aparecen y desaparecen entre la selva al
compás de sigilosos movimientos imposibles de detectar para su presa. Siguiendo
un estricto y cauteloso calendario cinegético, evitan la caza de animales fuera
de la época exacta en la que saben que no alterarán el ritmo biológico y
demográfico de la especie elegida, haciendo acopio de un excelente conocimiento
de su entorno durante todo el año. El pecarí o la majestuosa águila arpía jamás
serán cazados por ellos, ya que son animales sagrados para su pueblo. Los monos
sí forman parte de su dieta. Cuando salen de caza y el primate abatido es una
hembra, la cual tiene crías aún en edad de ser amamantadas, estas son llevadas
al poblado y las mujeres Awás se encargan de amamantar a los pequeños hasta que
pueden valerse por sí mismos, momento en el que son liberados de nuevo. Con
este simple ejemplo, creo que es posible hacerse una idea de cuan enorme es el
vínculo que une, como en un invisible cordón umbilical, la selva y el corazón
puro y ajeno de prejuicios de los individuos del pueblo Awá.
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AMAMANTANDO A UN PEQUEÑO MONO Foto www. survival.es |
Un
poblado itinerante Awá es un terreno en el que diferentes especies de animales
conviven integradas con los usos y costumbres de los hombres, mujeres y niños
de la tribu. Monos, coatíes, algunos zopilotes y hasta jabalís, corren entre
las piernas desnudas de los pequeños y son tratados como iguales. Los animales
son una parte esencial en la educación del individuo desde su más tierna
infancia, siendo habitual ver a una cría de mono enganchada al seno de una
mujer a la vez que ofrece su otro pecho a su hijo.
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EN SU MUNDO ANCESTRAL |
Los
primeros contactos con los Awás fueron establecidos en el s XIX, aunque la
primera documentación al respecto está fechada en marzo de 1973. La década de
los 70 será el comienzo del genocidio del pueblo Awá y de su selva. Cifrar la
cuantía de asesinatos y muertes violentas es tarea imposible. Difícil es
cuantificar el dolor y la sangre derramada cuando solo un eco mudo y aislado en
medio de una selva infranqueable es la única prueba de dichos crímenes. La
medida adoptada por algunos grupos Awás fue la de escapar y aislarse en lo más
recóndito de sus tierras para evitar ser exterminados. Se sabe de ellos gracias
a los breves y escasos contactos que tienen con sus congéneres que viven en las
reservas protegidas.

El
proyecto Gran Carajás llegó como un trueno en medio de un oasis de metal. La
construcción de carreteras y el ferrocarril que atravesaría el territorio Awá,
así como el hecho de haberse encontrado minas ricas en hierro, fue el origen de
la llegada de empresas explotadoras de recursos, colonos sedientos de poseer
tierras a bajo coste, y pistoleros sin alma y de gatillo fácil dispuestos a
hacer desaparecer a todo ser viviente que se interpusiera en su camino o en el
de las empresas para las que trabajan. La Funai decidió tomar cartas en el
asunto pero, el vacío legal sumado a los extensos territorios brasileños y la
falta de medios, no pudo evitar una escalada de violencia desastrosa. Aún hoy
día, a pesar de haberse dictado en varias ocasiones sentencia a favor de los
Awás y el desalojo de sus territorios tanto a empresas, colonos, como a los
muchos acaudalados terratenientes afincados en ellos, se ha hecho caso omiso al
respecto.
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Foto www.survival.es |
Desde
hace años, afortunadamente, el ojo crítico internacional tiene fijado su
objetivo en la tragedia de un pequeño pueblo del norte de Brasil,
fundamentalmente gracias a la acción de concienciación que, agencias
internacionales como Survival, ha llevado a cavo de manera brillante mostrando
al mundo entero las desalmadas actuaciones de numerosas empresas en los
territorios protegidos.
Lo malo es que el tiempo, en la situación que viven los
Awás, sí es verdaderamente oro, y sólo la acción inmediata del gobierno
brasileño puede poner fin a una tragedia que, lamentablemente, quizás esté ya
en un punto de no retorno. Estimaciones recientes cifran en unos 400 los
individuos que sobreviven tanto en las reservas como aislados. Sobre estos
últimos, se sabe que son nómadas y que cargan con sus enseres tras la búsqueda
de lugares seguros llevándose con ellos como tesoro los rescoldos de su última
hoguera para iluminar su próximo campamento.
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OCASO Foto www.soldepando.com |
En
fechas muy recientes, un halo de esperanza y luz sobrevuela el manto verde de
selva que guía los pasos de los Awás. Atendiendo las numerosas denuncias y los
gestos de apoyo de notables personalidades de numerosos ámbitos sociales de
todo el mundo a través de la campaña de Survival, el gobierno brasileño ha
enviado notificaciones a todos los colonos asentados en territorios protegidos
notificándoles que deben abandonar las tierras usurpadas en un plazo de 40
días. Acción esta que se ha llevado en colaboración con diferentes ministerios
brasileños, la FUNAI, policía federal y departamento de presidencia, que ha
enviado un contingente de 200 soldados para hacer valer el dictamen judicial.
Casi
un 34 por ciento del territorio de los Awás ha sido deforestado.
Deseo
profundamente que no sea demasiado tarde.
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Foto www.elmundo.es |
Sangra
la selva. Su grito de lamento es un eco vacío de sonido, tan eterno y profundo,
como la vida misma. Muere la selva, y su mortaja tejida con codicia, arrastra
el sayo mortuorio por senderos tan viejos como el propio mundo.
Sangra
la selva. El hierro mortal penetra en la carne del bosque arrancando úteros de
vida, desecando el manantial que da la vida al bosque. Máquinas infernales
arrancan los árboles, pudren los ríos, destierran cualquier señal de vida
animal y masacran la tierra. Eléctricas sierras parten en dos los cuerpos de
pinocho de millones de viejos guardianes del bosque, indefensos centinelas que
caen ante el arrollador y diabólico embiste del ser humano.
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Foto www.elmolinoonline.com |
Sangra
la selva. Y por su herida abierta supuran los últimos estertores de un pueblo
que se ve morir lentamente junto a ella; gritando un lastimero eco carente de
sonido pero que llega hasta el último lugar de la eterna amazonia brasileña y
que pide al viento, al agua del río, al sol que penetra entre la floresta, que se
haga voz y grite a los cuatro vientos que los Awás y la selva amazónica son,
pese a quién le pese, un sólo, un todo, la esencia de una eterna realidad que
lucha por seguir existiendo.
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Foto www.panoramalatino.es |
Este escrito en defensa de la tribu Awá, lo redacté hace algunos meses. Hoy
día, cuando me dispongo a publicarlo, me congratula poder añadir que,
finalmente, y según publicaba hace escasos días en su web Survival, los colonos
ilegales han sido expulsados de los territorios protegidos. No podía haber
mejor noticia para poner fin a esta historia. Sólo espero que se haga
justicia, y que los Awás, al fin, puedan vivir en paz.
Aportes y Datos:
Survival Internacional
http://www.survival.es/awa
Tribuna Complutense
http://pendientedemigracion.ucm.es/cont/descargas/prensa/tribuna1821.pdf
Tribuna Complutense
http://pendientedemigracion.ucm.es/cont/descargas/prensa/tribuna1036.pdf
ABC
http://www.abc.es/20120425/ciencia/abci-awas-tribu-mundo-201204250952.html
El Mundo
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/24/ciencia/1335264898.html
Wikipedia
http://es.wikipedia.org/wiki/Aw%C3%A1_(Guaj%C3%A1)